Hoy les estaré presentando un bello poema que escribió mi hermano Orlando, lean detenidamente y vean cuanta sabiduría y belleza encierran .
Mi muchacha.
Dónde está la muchacha de los rizos
Que ayer no más soñaba mi semblante.
Dónde está. Quién me dice qué caminos
Tomó, qué larga ausencia
Pronosticó para mi amor. Quién me lo dice.
Dónde está la muchacha. En qué lugares
El aire acarició su negro pelo
Y levantó su falda.
Quién me dice
Dónde puedo encontrarla nuevamente.
Se fue, sedosa y frágil amapola,
Y me dejó el pesar y la añoranza.
No sabe que la rueda de los días
Gira y gira sin fin, tozudamente,
Borrando angustias viejas, sepultando
Los amores en flor, y marchitando,
( porque nada es eterno, nada, nada),
Lozana juventud, lozana piel.
Si pudiera mi amor, ay, si pudiera
Hacerla regresar hasta mis brazos
Y platicando a solas darle toda
Esta gris experiencia que poseo;
Decirle que el amor no es campanilla
Que crece en el arroyo sin cuidado,
Que los que la conozcan van a hacerle
Todo el sexo que acepte su inocencia,
Que por amor no van a darle un beso,
Que nunca va a ser diosa en otro sitio.
Yo sé que mi experiencia es solo eso,
Es algo personal, algo sufrido,
Intransferible, y que por consiguiente
Nunca va a resultar que la convenza.
Pero cuánto yo diera por tenerla
Nuevamente en mis brazos, cuánto diera
Porque su risa, cascabel sonoro,
se rompa en la negrura de mi cuarto,
y sus ojos me miren, y su boca
me bese eternamente, hasta la nada.
Amigos, no me digan los caminos
Que pudo haber tomado mi muchacha.
Déjenme hacer hipótesis posibles
Como torero en astas levantado;
Déjenme suponer que solo el viento
Que eternamente corre los caminos
Sabe dónde se encuentra, en qué parajes
Manos desconocidas la recorren.
Vendrán otras muchachas, otros rizos,
El fulgor de otros ojos, otra boca
Dirá las mismas frases, hará gestos
Idénticos y juramentos falsos
De amar hasta la muerte dirá otra.
El tiempo pasará. La vida misma
Hará que en el otoño de los años
Yo vuelva a ver de nuevo a mi muchacha.
Para entonces la rueda de los días
Habrá hecho en su piel surcos profundos,
Su lozana juventud será recuerdo
Y su experiencia gris tan solo báculo.
Entonces le diré que las razones
Que pude haberle dicho aquella tarde
Son ahora en mi memoria nebulosa
Humo que se disipa, viento errante.
Le diré que después de aquella tarde
La rueda de los días trajo tantas
Muchachas diferentes que no puedo
Hacerle concesiones sin herirme,
Que todos los recuerdos son mi vida
y no cambio `por nada mis recuerdos.
Pero esta tarde triste, amigos míos,
Cuánto diera por ver a mi muchacha;
Por subirle la falda como el viento
De los campos le hará, cuánto yo diera
Por encerrarla entre mis brazos como
Si fueran dos grilletes, cuánto diera
Porque la rueda tonta de los días
Girara hacia el origen de las cosas
Para verla de nuevo, enternecida,
Arquear sus labios puros, de amapola,
Y darme un beso enorme, hasta la nada.
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